16 septiembre 2008

Ratzinger... el insultante cinismo de un teólogo

Reproduzco aqui el acertado articulo de opinion de Gustavo Vidal Manzanares publicado aqui. La Iglesia cada vez tiene menos (si es que la ha tenido alguna vez) autoridad moral o etica y su papel en esta sociedad es cada vez mas inutil en tanto en cuanto la gente se va dando cuenta de las mentiras y falsedades que durante siglos han contado para su proio beneficio y perpetuidad. Han jugado habilmente con el miedo y con la ignorancia de la gente pero afortunadamente eso esta llegando a su fin y es que cada uno puede pensar lo que quiera (otra cosa es que ese pensamiento refleje un minimo de razonamiento, cordura y sentido comun) pero es inadmisible que estos sicarios de cristo traten de erigirse como poseedores de la verdad absoluta y se atrevan a dictaminar una moral absurda e interesada.

Aqui y aqui dos articulos mas sobre religion catolica de este blog.

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Ratzinger... el insultante cinismo de un teólogo


El diccionario de la RAE define el cinismo como “Desvergüenza en defender o practicar acciones o doctrinas vituperables”. Opino que la actitud del teólogo octogena­rio Ratizger encaja al milímetro en esa definición. Así, recientemente acaba de abogar por el “laicismo tolerante”. No cabe mayor cinismo.


Mire usted, teólogo Ratzinger, el laicismo es por definición tolerante. No existe un “laicismo intolerante” como de manera sibilina, subconsciente y retorcida pretende proclamar... Aquí, el intolerante, desgraciadamente, es usted.

Y el intolerante es usted porque ha silenciado a teólogos como L. Boff, y a doce­nas de exegetas que se han atrevido a pensar. Me pregunto si es posible mayor intole­ran­cia que reprimir una opinión libre.

Además, si pudieran sistematizarse los crímenes de la Iglesia católica necesita­ríamos varias bibliotecas. Habría que recopilar las atrocidades de las Cruzadas, los mi­les de “herejes” quemados vivos por opinar diferente, la participación, apoyo e instiga­ción a infernales guerras, el asesinato de veinte mil hugonotes ordenado por el Papa, las torturas de la “santa Inquisición” cuyos instrumentos de suplicio provocaron el horror de generaciones, las fortunas acumuladas mediante el saqueo y el genocidio, las heren­cias arrancadas a viudas, la connivencia con Hitler al comenzar la II Guerra mundial, el compadreo y aliento a las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia..., las bendicio­nes –brazo en alto– a la “santa cruzada” de Franco, cuyas víctimas aún se pudren en cen­tenares de húmedas fosas sin nombre…

Pero no se conformaron con lo anterior, ni con las guerras de religión, quemar “libros prohibidos”, denigrar a la mujer o torpedear los avances de la ciencia. No, ahora pretenden darnos lecciones de tolerancia. ¡Increíble!

Sí, los mismos que despiden a profesores de religión por irse de copas o vivir en pareja, los mismos que se opusieron a las Leyes de libertad religiosa y al culto de otras religiones, los mismos que se manifestaron contra el divorcio o los matrimonios gays aunque nadie los obligue a casarse o divorciarse, los mismos que reniegan de la eutana­sia “porque Cristo no gozó de cuidados paliativos”. Sí, los mismos que condenaron la democracia, el socialismo y las libertades. Sí, los mismos que se oponían a la Ilustración, cuna de nuestro progreso.

Por el contrario, el laicismo es por esencia tolerante. Respetamos a quienes in­ten­tan convencernos de que María fue siempre virgen, por más que la Biblia le adjudi­que más de siete hijos en Mateo 13: 55 y 56. Escuchamos a quien nos asegura que Ma­homa ascendió al cielo y que nos reserva un paraíso de vírgenes rubias. No marginamos a quienes predican que el fin del mundo está al caer, pero que si aceptas una transfusión de sangre o engulles un pincho de morcilla serás destruido por Jehová en la batalla final de Armagedón.

También soportamos con estoicismo que un domingo suene nuestro timbre y nos despierten dos norteamericanos seráficos de camisa blanca y chapita negra, anunciándo­nos que en el siglo XIX un tal José Smith recibió la revelación del Altísimo grabada en planchas aunque éstas no acaban de aparecer... A todos respetamos, escuchamos y, lle­gado el caso, defenderíamos. Pero nunca permitiremos que esas ideas se impongan a la fuerza y pisoteen las conquistas sociales y democráticas.

Y junto a la retorcida expresión de “laicismo tolerante”, el teólogo Ratzinger ha acuñado otra locución igual de perversa: “la tiranía del relativismo” ¡No cabe un cinis­mo más insultante ni desvergonzado! Precisamente, el relativismo rechaza cualquier im­posición dogmática, convierte al hombre en libre al evitarle la sumisión a verdades fijas e inmutables, defiende el valor del diálogo y la razón sobre el “ordeno y mando bajo pe­na de...”. Resulta revelador que el relativismo, posición digna, limpia y libre, sea tildada de “tiranía” por el teólogo Ratzinger.

Por todo lo expuesto, la pregunta es ineludible: teólogo Ratzinger, dado que us­ted odia el librepensamiento y, evidentemente, no practica la tolerancia... ¿sabe acaso lo que es la vergüenza?




Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor gvidalmanzanares@gmail.com


03 septiembre 2008

1984, George Orwell

Desde hace tiempo tenia pendiente la lectura de este libro gurú de los conspiracionistas y continuamente citado por los mismos. Tras leerlo he encontrado que, siendo una novela mas bien mala en cuanto a la narrativa y algo aburrida, encierra unas ideas y reflexiones interesantes y a destacar, mas si cabe, teniendo en cuenta que esta novela fue escrita a finales de los años 40 del pasado siglo.

Es indudable que hoy en día asistimos, por parte de los gobiernos visibles e invisibles, a un intento de control absoluto de los ciudadanos. Desde el 11-S la excusa es la lucha contra el terrorismo pero si analizamos, mas allá de lo superficial, que es el terrorismo internacional, que fines cumple, como se articula, quien lo alienta, quien lo financia, que personajes están detrás de los entramados, etc...nos damos cuenta que, efectivamente, el terrorismo es eso, una excusa. Y nos damos cuenta también que la frontera entre los “buenos” y los “malos” se diluye y no se sabe bien donde acaban unos y empiezan otros. El control de los “malos” es positivo y creo que todos los ciudadanos están de acuerdo en que exista ese control porque con él la sociedad puede vivir mas tranquila y segura. El problema es cuando “los controladores” utilizan el control para sus propios fines y beneficios o, lo que es mas grave, cuando los “malos” son los propios “controladores”...y es por ello que empieza a resultar tan peligrosa esta sociedad hipercontrolada que se esta creando, porque el fin ultimo parece no ser un beneficio de seguridad y tranquilidad para todos, sino una manera de que unos pocos tengan controlados a muchos, por supuesto, “los controladores” van a estar fuera de todo control y bajo la cortina de la legalidad y la leyes tendrán la posibilidad de hacer y deshacer a su antojo. En EEUU ya funcionan desde hace años los llamados “fusion centers” , una especie de centro neurálgico de información interconectada que tiene acceso a múltiples bases de datos de millones de personas.

En todo caso, no creo que una sociedad tal y como la describe Orwell en su libro pueda llegar a ser nunca una realidad pero si algo parecida en algunas cuestiones. Creo que la idea o el plan de algunos si es, efectivamente, crear una sociedad “orwelliana” controlada y menos libre, una sociedad supeditada a un poder central donde lo que importe sea el beneficio de unos pocos a costa de la mayoría, donde unos pocos puedan tener “monitorizados” a sus posibles “enemigos” de manera que sea fácil y rápido “neutralizarlos”, y no es que esto no ocurra ya o haya ocurrido siempre, la cuestión y el peligro es que, el ejercicio del poder, de la dominación, de la imposición de verdades (intrínseco al propio ser humano) podrá llevarse a cabo de una manera mas sofisticada y precisa.

Orwell describe en su novela un mundo dominado por un solo Partido y un solo líder, Gran Hermano (icono del ojo de Horus) que gobierna solo con cuatro ministerios, el Ministerio de la Verdad, el Ministerio de la Paz, el Ministerio del Amor y el Ministerio de la Abundancia, entendidos como: Mentira, Guerra, Represión de los sentimientos y Pobreza que son las características que dominan a esa sociedad.

El Partido impone a sus miembros un férreo control y una vigilancia continua, incluso en sus propios domicilios donde todo es grabado por la telepantalla. La expresividad de la cara es controlada en todo momento en busca de algún indicio de sublevación contra el Partido del Gran Hermano, incluso tienen una palabra para ello, caracrimen. Todos los actos y movimientos diarios pueden ser sospechosos. Los miembros del Partido rinden lealtad absoluta a su líder y su trabajo esta orientado a la perpetuación infinita del sistema.
Tan solo una minoría dentro del Partido (el Partido Interior) cuenta con lujos y privilegios. El resto del Partido vive en condiciones penosas y trabajan como autómatas acatando todas las directrices del Partido en cuanto a la forma de vivir y pensar.
Por otro lado existe una gran masa de personas, los proles, que malviven en medio de la mentira creada por el Partido, a estos proles, se les dejaba “vivir” en “libertad” sometidos a un duro trabajo.
Orwell describe a estos “proles” asi: “El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos; pero no se intentaba adoctrinar con la ideología del Partido. No era deseable que los proles tuvieran sentimientos políticos intensos. Todo lo que se les pedía era patriotismo primitivo al que se recurría en caso de necesidad para que trabajaran horas extraordinarias o aceptaran raciones mas pequeñas. E incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría a veces, era un descontento que no servia para nada porque, por carecer de ideas generales, concentraban su instinto de rebeldía en quejas sobre minucias de la vida corriente. Los grandes males, ni los olían.” Sin embargo, para Orwell, son estos proles los que verdaderamente tienen el poder y dice de ellos:

“Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelaran, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema.”

Es curioso, pero Orwell, en 1948 (fecha en la que fue escrita la novela) ya menciona brevemente a un personaje llamado Rutherford, que había sido un “famoso caricaturista cuyas brutales sátiras habían ayudado a inflamar la opinión popular antes y durante la Revolución”. Esto nos recuerda, sin duda, a las famosas "caricaturas de Mahoma", que “inflamaron la opinión pública” en 2005 buscando y alentando el choque de civilizaciones y religiones.

Orwell analiza la sociedad humana en tres clases de personas (entendidas como clases sociales): los Altos, los Medianos y los Bajos. Orwell continua diciendo: “los fines de estos tres grupos son inconciliables. Los Altos quieren quedarse donde están. Los Medianos tratan de arrebatarles sus puestos a los Altos. La finalidad de los Bajos, cuando la tienen – porque su principal característica es hallarse aplastados por las exigencias de la vida cotidiana-, consiste en abolir todas las distinciones y crear una sociedad en que todos los hombres sean iguales. Así, vuelve a presentarse continuamente la misma lucha social."
Los Bajos son engañados continuamente por los Medianos para que se unan a ellos en la lucha contra los Altos, los engañan diciéndoles que ellos representan la libertad y la justicia y que con su ayuda acabaran con los Altos...pero en cuanto los Medianos conquistan a los Altos se convierten automáticamente en ellos, porque la verdadera aspiración de los Medianos es ser como los Altos y una vez alcanzado su objetivo, relegan a lo Bajos a su antigua posición de servidumbre. “Desde el punto de vista de los Bajos, ningún cambio histórico ha significado mucho mas que un cambio en el nombre de sus amos.”

En el mundo de Orwell solo existen tres regiones en el mundo, Eurasia, Oceanía y Asia Oriental. Estas tres potencias se hayan continuamente en guerra en sus fronteras ganando o perdiendo territorios en su mayor parte inhabitados con lo cual el equilibrio de poder entre ambos estados es siempre constante. La guerra en esta sociedad es un instrumento de poder, es una justificación para establecer ese tipo de sociedad, la guerra justifica la pobreza de la sociedad. ¡¡Estamos en guerra!! es la excusa para privar a los ciudadanos del bienestar y hacerlos trabajar y explotarlos para ganar una guerra que nunca ganaran porque la guerra es en si misma el fin.
La sociedad anterior a la de Gran Hermano era una sociedad rica y prospera, una sociedad tecnificada donde el hambre, la suciedad, el analfabetismo, las enfermedades y el cansancio empezaban a ser eliminadas. Todos los ciudadanos empezaban a gozar de los mismo privilegios, de los mismos lujos, tenían tiempo libre y las desigualdades comenzaban a disiparse. “Pero también resulto claro que un aumento de bienestar tan extraordinario amenazaba con la destrucción de una sociedad jerárquica. En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizá un aeroplano, habría desaparecido la forma mas obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la practica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por si mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta mas pronto o mas tarde que la minoría privilegiada no tenia derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica solo seria posible basándose en la pobreza y en la ignorancia.” Pero la industria y la economía debería seguir a pleno rendimiento, no se podría regresar a un pasado agrícola rudimentario, que generara una masa de pobres, porque entonces otros países mas industrializados acabarían por conquistar esas regiones, tampoco se podía restringir la producción anquilosando la economía ya que de esta manera grandes masas de población no tendrían en que trabajar y vivirían a cuenta del estado generando un gran desanimo y oposición por una gestión económica tan pésima, también esta situación supondría una debilidad militar frente a otras potencias. Por lo tanto, “la industria debería seguir a pleno rendimiento, eso si, sin aumentar la riqueza real del mundo, para ello los bienes deberían de ser producidos pero no distribuidos. Y, en la practica, la única manera de lograr esto era la guerra continua. El acto esencial de la guerra es la destrucción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo. La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes.” La guerra consume todos los bienes, grandes cantidades de mano de obra se emplean en crear aquello que luego será destruido. La población vive en una escasez continua pero esto también esta detalladamente planificado por el Gran Hermano “porque un estado general de escasez aumenta la importancia de los pequeños privilegios y hace que la distinción entre un grupo y otro resulte mas evidente”. “La idea de que se esta en guerra, y por tanto en peligro, hace que la entrega de todo el poder a una reducida casta parezca la condición natural e inevitable para sobrevivir”.

Los tres estados que forman este mundo de Orwell no se aventuran a intentar llevar a cabo grandes batallas ni invasiones, se trata de una guerra de baja intensidad pero continua. Las alianzas y ataques entre las tres potencias van y vienen continuamente. Realmente a ninguna de ellas le interesa ganar a la otra porque las condiciones sociales y el modo de vida en las tres potencias es mas o menos el mismo. Como dijimos antes, la guerra no es el fin para conseguir nada, la guerra es el fin en si misma. La guerra seria un acuerdo tácito entre las tres partes. De ahí se desprende uno de los tres lemas del Gran Hermano: “La guerra es paz”.
Estas reflexiones que expresa Orwell en su novela sobre las clases sociales y sus luchas, la descripcion de los "proles", la intrumentalizacion de la guerra y las consecuencias de alcanzar la igualdad social me parecen interesantes y no tan alejadas de la realidad que vivimos.

Desde siempre han existido ricos y pobres y entre medio de ellos aquellos que aspiran con ser ricos y huyen de la pobreza. La pobreza en Africa, por poner un ejemplo, no solo no ha mejorado sino que ha empeorado y en el primer mundo la diferencia entre ricos y pobres no hace mas que aumentar. Los "proles" cada vez son más, frente a una minoria poderosa (el Partido). La igualdad social no es compatible con este Sistema.

Igualmente, el Sistema necesita de guerras y enemigos como excusa para sus intereses. El interes puede ser economico, estrategico, en otras ocasiones se usa para justificar acciones que no se podrian hacer en "tiempos de paz", tambien se puede usar la guerra para mantener la hegemonia, el poder, una idea... o para todo ello a la vez como ocurre con las recientes guerras de Irak y Afganistan y la creacion o enaltecimiento de un enemigo como Al Qaeda. Las guerras siempre benefician a unos pocos y perjudican a muchos.

Si el ser humano controla al ser humano, aunque hayan seres humanos que se descontrolen, siempre habran mecanismos para controlarlos, pero si los controladores son los mismos seres descontrolados...entonces... estamos perdidos.

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